martes, 30 de abril de 2013

Los Folletines Criollos Lanzan su nueva saga



Los Folletines Criollos se complacen en presentar a la nueva serie: "La saga de los Miedos" que comienza aquí con el EPISODIO I: "El viejo de la bolsa". Compartimos el estreno del primer CAPÍTULO. Y nos volvemos a encontrar cuando los miedos y los Folletines lo dispongan.

Para leer más y más: www.textale.com/martín-fedele





El viejo de la bolsa
(folletín)



CAPITULO I


El primer cadáver apareció una mañana de invierno. Era el cadáver de un niño blanco, ocho’diez años; mutilado, vejado, casi sin pelos; un cuadro de muerte sangrienta. (Nadie imaginó entonces la ristra de muertos que se venía.) Alguno de nosotros dijo reconocer a la víctima; algo casi gracioso entre aquel enchastre de tripas; amasijo deforme, horrendo, retorcido en el sayo de una bolsa, lleno de moscas, y ya roído por las ratas del basural. Este es el Grussusi. Se dijo. El tanito del fondeadero. Y así era, nomás: al tanito se la habían dado, a lo bestia. Como a un bicho dañino del monte.
         La mañana se abre torpe en la barranca de Villa Nueva; cielo de nubes negras, el sol sale como puede; del lado del río sube esa cerrazón que anuncia tormenta. Los teros se agitan, alborotan el amanecer tempestuoso; se respira olor a lluvia en la ribera. Se viene una fusca bárbara, dijimos. Casi malditos. Desde el oeste retumba un trueno, todo tiembla, se sacude. Después, un trueno aún más ostentoso. Las gallinas mariposean como mandingas. Y un nuevo estampido, feroz, que enloquece a los perros; estremece tablas y fieras en los corrales.
         Temporal. Dijimos todos.
         Los primeros ventarrones se arman contra los tilos.
         Llueve. 
Llueve duro; gotas gordas. 
… El rumor del niño hallado muertoa'palos en el basural (ya) se convirtió en certeza. Los gritos de angustia (ya, sabemos) se propagan, se pregonan; hasta que padre y madre dejan de buscar y rebuscar en los alrededores del fondeadero y oyen y escuchan y atienden al cusiliari reunido y se apiñan y gimen y se dejan aturdir por ese voceo que dice que El niño está muerto, En el basural, En una bolsa… Santa Madona, gritan los tanos. Y lloran, a los gritos, bajo el temporal que sacude el monte; la madre se desmaya; el padre intenta estropearse la cabeza a puñetasos. Un concierto de perros corona la escena: ladridos y ladridos. Y otro trueno tremendo. Finito il mondo, se lamentan, sonoro, napolitano.
La lluvia caía a pedradas sobre Villa Nueva…
Lluvia densa, maciza.


Al crepúsculo volvíamos todos del cementerio. Los desechos del Grussusi (entonces ya sabíamos que se le habían llevado corazón hígado lengua manito izquierda patita derecha; además de abrirle el culito con una cuchilla) descansaban ahora ordenaditos dentro de una caja de madera sepultada en el campo santo de la comarca, como lo había pedido su madre. Ningún sacerdote ofició el entierro del niño: en Villa Nueva no había sacerdote. Ni había parroquia, claro; allí Dios no sabía de nuestras penurias. Volvíamos enjambrados, amuchados para soportar el frío helado, la ventisca lloviznada que arreciaba del río. Bajábamos, la estrecha senda de la barranca, como en procesión, turbados y temerosos de esa muerte violenta que enlutaba a Villa Nueva. (La desgracia.)
         Un largo refucilo se deja ver al sur. Ilumina como fuego.
         La señal de la cruz ilustra a las mujeres viejas.
Santa Madonina, lloran las tanas.
Y la lluvia ahora se desploma en ráfagas de locura.
         En toda la comarca se maldice la misma suerte… Los negros del Galpón se amontonan contra los barrotes para vernos descender la cuesta del cementerio. Sus inmensos ojos blancos se multiplican como luciérnagas nerviosas patrullando la oscuridad del anochecer. El horror late en el ambiente, suda en escalofríos. Villa Nueva es un manto de mala suerte. Parece un cuento; oteamos los corrales, también la hacienda luce apenada. Hasta los indios de la Reducción se acercan a la vera del arroyo, su condenada frontera. Nos miran, bajo la llovizna, tristes, respetuosos, consternados en nuestro dolor de blancos. (El lamento napolitano supera todo lo conocido.) 
         Peregrinamos la ribera hasta el fondeadero; ceremoniosos, en silencio, acompasados en el revuelo del río y los sauces… Y allí nos desperdigamos, los moradores de Villa Nueva, cada cual a su madriguera, en sigilo, incómodos, apenas oliéndonos en la noche fría. Silencio. Quietud. El tamborileo de la lluvia entre los cobertizos llega como única señal de nuestras vidas. En la comarca. Todo es dolor. Todo es miedo. El miedo que carcome nuestro sueño. Impetuoso. Porfiado.
         En los ranchos se apilan lloros.
         Como si el pánico fuera sembrando en cada desvelo.
         Padre Santo, Padre Santo, rezamos. Todos…
         El griterío, terrible, profundo de la tana madre retumba entre la madrugada. Su marido, el padre del bambino ha intentado suicidarse; sabiendo que nunca tendrá el valor, el desgraciado igual esgrime un machete al propio cuello: Mío cuore e’ una pietra, grita… Nadie pega un ojo en Villa Nueva… El latir del espanto se expande como una marea, meticuloso y sagaz.
Miedo.
Todo miedo.
         Y la lluvia y el viento siempre en escena, afuera, en la noche negra. El río se mece en oleadas.
         Un aullido de perro llega de lejos, tétrico.
En la noche tétrica. 


Todos sabíamos, entreveíamos, o al menos sospechábamos qué mierda había ocurrido con el tanito de la ensenada. Pero nadie, ninguno se atrevía a decirlo en voz alta. El temor a su sola mención nos estremecía en la soledad de nuestras conciencias. ¿Estaba ocurriéndonos eso que tanto temíamos? La respuesta asustaba con sólo pensarla. La misma ruina que vapuleaba a todo el Pago de la Magdalena parecía cernirse sobre nuestra olvidada comarca ribereña: Vemos, entendemos que para la muerte no cuentan como excusa la belicosidad de estos insondables caminos del Virreinato… Ella, la Muerte, siempre se las arregla para llegar a cualquier lado… Incluso a este páramo absurdo, nuestra aldea de mala reputación; este escondrijo, barroso, como un secreto de corsarios: veinte leguas al sur de Buenos Aires; última ladronera antes del Cabo de Hornos; embrollo de barcos negreros y contrabandistas, malandrines, desterrados de toda laya, viciosos, putas; en la loma de la barranca, Villa Nueva, sufrida de sudestada, arrinconada entre saladeros y curtiembres; nuestra aldea, olvidada, palpitando el pulso de la Reducción: el hediondo lodazal donde se pudren los indios Ki’lmes… Sí. (Es cierto.) La muerte siempre siempre se las arregla para llegar a todos lados.
         Y lo sabíamos, lo sentíamos; calaba en nuestras conciencias.
         Nadie se atrevía a decirlo en voz alta. Nadie.
         (El villorrio en silencio.)
         Pero lo estábamos, todos, latiendo; sin nombrarlo, sin decirlo; ensimismados, temblando el disgusto, calamitosos, lamiendo el terror de nuestro amargo destino. Humillados. Sabíamos. Lo sabíamos. Caminaba por todo el Pago de la Magdalena. Había llegado a nuestra comarca. Pero no podíamos, no queríamos nombrarlo: (El viejo de la bolsa.)
         Sí.
         Sí.
EL VIEJO DE LA BOLSA.


Más:
 http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,98914/task,view_text/







jueves, 12 de agosto de 2010

Los Folletines Criollos en Revista Sudestada


Agradecemos a la Revista Sudestada la reseña de los Folletines Criollos, a continuación reproducimos la nota de Sudestada, más abajo el link a la nota. De paso aprovechamos para recomendar a esta revista para todos aquellos a los que les interese nuestra historia y la literatura (además de nuestro presente).

Los Ruralistas (folletín)
Martín Fedele
Edición de autor

2009

Tal como su nombre lo indica, este folletín basa su argumento en una ficción que puede resultar verosímil o no, a través de un tono dramático, por momentos cinematográfico. La novedad radica en lo criollo, en lo local. Su autor, Martín Fedele, recurre a los guiños de la historia para desarrollar un conflicto de nuestra historia reciente que pudo haber existido como no.

La trama de este texto nos lleva a una época bisagra de nuestra historia, más de cincuenta años atrás, a las horas finales de Eva Perón, con un cáncer terminal que provocó las más diversas reacciones: desde el llanto de muchos al festejo de otros tantos. En un país partido en dos, están por un lado “los ruralistas”, que se parecen bastante a los actuales (que han ganado excesivo protagonismo con los paros agropecuarios). Se los muestra con sus códigos de antaño en acción, en pleno festejo por lo que se viene. Detrás de ellos, están “los peones”, que deben servir a desgano los banquetes para sus patrones.

En las cabezas de ambos, ronda la idea de la venganza que será ejecutada de una manera misteriosa por la peonada.El paisaje elegido para desarrollar esta historia es la ribera bonaerense, repleta de historias mínimas y códigos particulares que se mantienen con los años. Su lenguaje orillero se plasma en el relato para poner en relieve las diferencias de clase y potenciar la tensión.

Fedele es autor además de La cacería de Florencio Espiro, otro folletín que abre una saga prometedora de un estilo poco utilizado por estos días.

Por Ignacio Portela

Enlace a la nota de Revista Sudestada:

domingo, 28 de marzo de 2010

LOS FOLLETINES CRIOLLOS EN LA WEB!!!!!!!!!!

LOS FOLLETINES CRIOLLOS EN LA WEB

La primera trilogía completa en:



Al fin, el texto completo de los folletines. Clickeando sobre la imagen de cada uno de los folletines acceden directamente al primer capítulo de cada obra:

LA CACERÍA DE FLORENCIO ESPIRO

LOS RURALISTAS


COLONIA WANDA los 3 episodios en www.textale.com/martín-fedele/

LOS FOLLETINES CRIOLLOS DE MARTÍN FEDELE EN LA WEB

martes, 15 de diciembre de 2009

Los folletines en FM Palermo


Martín Fedele presentó sus folletines en el programa de Gerardo Yomal "Detrás de las paredes" que se emite en FM Palermo. Aquí la grabación de la entrevista

viernes, 23 de octubre de 2009

Los Folletines Criollos en “LibrArte 2009”

FERIA DEL LIBRO DE BERAZATEGUI



El pasado 9 de octubre Martín Fedele presentó los “Folletines Criollos” en la Feria del Libro de Berazategui.

Junto al periodista Hugo Barcia, el trompetista Alejandro Batman Févola y la pequeña Lola Espiro recitando célebres sonetos de Diego Fernández Espiro.

Un emotivo evento que reunió a familiares y amigos de Martín.

Hasta la próxima…




lunes, 10 de agosto de 2009

Los Folletines Criollos llegan a Córdoba

Los "Folletines Criollos" de Martín Fedele siguen su recorrida de presentación. en este caso Martín dialogó con Ricardo Cesari del programa "Perro que ladra" que se emite diariamente por AM 810 Radio Mitre de la ciudad de Córdoba. Aquí el audio del reportaje.


El folletín ya tiene quien lo escriba. Folletines en Página/12

Lunes, 10 de agosto de 2009

MARTIN FEDELE, AUTOR DEL FOLLETIN CRIOLLO LOS RURALISTAS
El compañero folletinista
Publicado en:

La obra está ambientada en el primer peronismo, en ocasión de la muerte de Evita. Sucede a La cacería de Florencio Espiro y es parte de un proyecto que Fedele define como la “saga del clan griego”. “Quise jugar con los extremos, lo estereotipado, lo inverosímil”, señala.

Por Silvina Friera

En la ribera de Quilmes hay sudestada. Y mucha tristeza. A fines de julio de 1952, la peonada enciende antorchas y llora por la agonía de Evita. En la estancia de los Pereyra cuchichean y festejan por anticipado el cáncer que consume a la jefa espiritual de los humildes; entre vítores y aplausos reciben a un pai brasileño para que haga su “trabajito” y ningún milagro desvíe el curso de esa muerte que se avecina. La venganza del pueblo llega de la mano de la astuta Fuscaiola y su receta siciliana: la polpetta venenatta, el cianuro escondido en pequeñas albóndigas. A las 20.25, la radio del Estado anuncia que María Eva ha pasado a la inmortalidad; los estancieros bailotean, chiflados, felices, piden a los gritos botellas de champaña. Pero esa misma noche “25 viejos ilustres” mueren envenenados por las exquisitas albóndigas de la Fuscaiola. El pretérito imperfecto es un tiempo verbal que se lleva a las patadas con la historia argentina. El presente se conjuga mejor. “El pasado no está muerto. En realidad ni siquiera es pasado”, ha dicho William Faulkner. Los ruralistas es el título de este folletín criollo que acaba de publicar el escritor y periodista Martín Fedele, un proyecto que comenzó con la primera entrega, La cacería de Florencio Espiro, contextualizado en los años ’40, cuando en Barracas al Sur gobernaba Barceló, previos a la irrupción del peronismo. Esta “saga del clan griego”, como la define su autor, continuará con Colonia Wanda, de inminente aparición, y tres folletines criollos más, ambientados en los años ’70, en el mismo territorio, en la ribera de Quilmes, “donde los pibes de Montoneros y los matones de la Triple A se reparten los roles de héroes y villanos”, anticipa el escritor a Página/12.

Cuando empezó a ordenar esta saga, a fines de 2006 y principios de 2007, Fedele tenía la intención de “jugar con un género medio marginal, ninguneado, a mitad de camino entre la literatura y el oficio de escribir: el folletín de aventuras”. El escritor admite que el momento político vivido el año pasado a partir del denominado conflicto “del campo” tuvo su coletazo en sus folletines. “Fue una cuestión de formas, porque originalmente ese episodio se iba a titular Los estancieros, pero el pulso periodístico acuñó un término, “ruralista”, mucho más sureño, más sonoro, más faulkneriano si se quiere, y eso le vino bien a una historia donde, ya sabemos, los malos son siempre los mismos malos, pero las formas narrativas, especialmente en el folletín de aventuras, exigen atención al momento en el cual se las formula”, explica Fedele. “A esta altura, las bravuconadas de sujetos como Hugo Biolcati o Mario Llambías parecen superar cualquier ideario estilístico. Hasta el folletinista más mentado sucumbe a la verba de esos señores del campo”, ironiza el escritor, que nació en 1972 en Berazategui, cerquita de donde ambienta sus historias.

Los dos folletines publicados aparecen como una bisagra que conduce hacia el peronismo. En ambas historias, la salvación o redención, en rigor el único atisbo de justicia que se impone, procede desde el campo popular; por ejemplo, la Fuscaiola envenenando con sus albóndigas a 25 ruralistas. “El folletín, como género, exige la redención, la salvación, la justicia hecha carne en sus personajes. Después estarán las mayores o menores simpatías que despierten estos personajes, o la clase social a la que pertenezcan, o las opiniones políticas que viertan, o las acciones que realicen”, subraya Fedele. “En el caso de un folletín ambientado en los años de Perón y Evita, está claro que las clases populares ocupan quizás el momento de mayor esplendor como sujeto histórico en la Argentina; entonces, el folletín paga por partida doble: la Justicia se hace justicialismo y el aluvión zoológico deviene en héroe literario.”

El autor se entusiasma cuando argumenta sobre las posibilidades de exploración del peronismo, un movimiento tan ecléctico y dinámico que sirve en bandeja un menú de tramas infinitas. “El peronismo es y será materia inagotable para indagar en sus entrañas. Y especialmente desde la ficción, porque abundan variedad de personajes y situaciones ideales para hacerlo. Uno tiene la sensación de que en el último tiempo al peronismo, como fenómeno político, se lo aborda casi exclusivamente desde el ensayo sociológico, desde lo historiográfico, donde todos los ‘estudiosos’ están preocupados por confirmar datos y fuentes, verdades, hechos objetivos; y se está dejando de lado la monumental posibilidad que ofrece el peronismo para la ficción literaria, donde la verdad absoluta no importa, no interesa, y hasta aburre”, fundamenta el escritor. “Como fenómeno de masas, en el sur de América, el peronismo tiene una liturgia exclusiva, un pulso único, una genealogía que lo vincula espiritualmente a las clases populares, de un modo casi sensorial, afectivo, que va mucho más allá de lo político. Están los personajes, están las fechas en el calendario peronista, está su musicalidad, su iconografía, sus arrebatos de amor, su violencia; está todo dado para condimentar una ‘de tiros’. Al menos ésa es la visión de este compañero folletinista.”

Fedele plantea que el género que ha decidido frecuentar con esta “saga del clan griego” posibilita “jugar con los extremos, lo estereotipado, lo inverosímil; todo aquello que desvela a cualquier tipo que cuenta historias, en el folletín está permitido, y mejor aún: es necesario llevar a otros límites”. Los cuatro pilares tentadores del folletín, confiesa el escritor, son la intriga, el suspense, la acción y las aventuras. “Esto permite anteponer los ‘hechos’ a las ‘palabras’, que para quienes venimos del periodismo es una buena manera de evadir los cánones del oficio: el folletín tiene libertades íntimas e ineludibles. La apuesta, el desafío, pasa por no traicionar la estirpe atolondrada y vertiginosa de un género maniqueo por naturaleza. Donde lo verosímil flaquea, allí está el folletín para remediarlo –sugiere–. Sin dudas que el carácter épico del folletín me alentó a transitar el género. La idea del western animado en personajes propios de Onetti o de Saer es un proyecto que merece, al menos, el riesgo del intento. Y en eso andamos.”

El surco que atraviesa La cacería... y Los ruralistas es un constante desprecio hacia esas amplias mayorías que alguna vez, allá lejos y hace tiempo, se las llamó pueblo. “Los sectores populares continúan siendo demonizados y denigrados por una sencilla razón: son muchos y siempre serán más. Y lo seguirán siendo. Los sectores populares son sagaces, dinámicos, abiertos a su tiempo y espacio. La aristocracia, cualquier aristocracia, es endogámica, asustadiza, sostenida en poderes ajenos, y se sabe inferior en número y capacidad de supervivencia –compara el escritor–. Entonces, ante la imagen de unas ‘patas’ en la fuente de la plaza pública, el miedo los llena de inquisición. Y actúan en consecuencia.”